PASOS PARA CONVERTIRSE EN HERMANA

Formación en nuestra Congregación es un tiempo para crecer en el amor de Dios e identificarse con la increíble misión que Dios comparte con cada uno de nosotros. Está guiada por la creencia que cuando Dios llama a una mujer a dedicarse a la vida apostólica consagrada, ella está siendo inspirada a desarrollar una relación íntima con Jesús, el Verbo Encarnado.

Etapa de Afiliada – Este es el primer paso formal de relación con nuestra Congregación. Es un tiempo para un mayor diálogo y discernimiento; un tiempo para familiarizarse con nuestra misión, espiritualidad, historia y ministerios.

Prenovicia – Durante este tiempo entras en una relación más formal con la Congregación. Vivirás y participarás en comunidad y en ministerio por dos años. 

Novicia – (2 años) Este es un tiempo para profundizar tu relación con Jesús por medio de oración personal y comunal. Empezarás a vivir como Hermana de la Caridad del Verbo Encarnado. Pasarás parte del tiempo en solitud, silencio, oración y estudio. Aprenderás sobre los votos religiosos y aumentarás tu entendimiento sobre la Vida Consagrada y el espíritu de nuestra Congregación. Por medio de estudio, te familiarizarás con la vida de nuestro Fundador, con nuestro carisma y misión. Durante el segundo participarás en nuestros ministerios.  

Profesión Anual – (5 años)Después de completar el noviciado, profesas votos de castidad, pobreza y obediencia. Estos votos son renovados anualmente por lo menos 5 años. Durante esta etapa de formación inicial continúas integrando la oración, vida en comunidad y ministerio como una CCVI.

Profesión Perpetua -Este es el momento en el que proclamas tu compromiso y haces votos de castidad, pobreza y obediencia para vivir como una Hermana de la Caridad del Verbo Encarnado por el resto de tu vida.

Formación Permanente– Durante toda su vida, una Hermana de la Caridad del Verbo Encarnado busca profundizar su relación con Jesús, el Verbo Encarnado. Ella continúa su desarrollo espiritual, personal y profesional hacia la plenitud de su persona, llegando a ser cada vez más plenamente la persona que Dios la llama a ser.